ACEITE DE PERRO / AMBROSE BIERCE
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Me llamo Boffer Bings. Nací de
padres honestos en uno de los más humildes caminos de la vida: mi padre era
fabricante de aceite de perro y mi madre poseía un pequeño estudio, a la sombra
de la iglesia del pueblo, donde se ocupaba de los no deseados. En la infancia
me inculcaron hábitos industriosos; no solamente ayudaba a mi padre a procurar
perros para sus cubas, sino que con frecuencia era empleado por mi madre para
eliminar los restos de su trabajo en el estudio. Para cumplir este deber
necesitaba a veces toda mi natural inteligencia, porque todos los agentes de
ley de los alrededores se oponían al negocio de mi madre. No eran elegidos con el
mandato de oposición, ni el asunto había sido debatido nunca políticamente:
simplemente era así. La ocupación de mi padre -hacer aceite de perro- era
naturalmente menos impopular, aunque los dueños de perros desaparecidos lo
miraban a veces con sospechas que se reflejaban, hasta cierto punto, en mí. Mi
padre tenía, como socios silenciosos, a dos de los médicos del pueblo, que rara
vez escribían una receta sin agregar lo que les gustaba designar Lata de Óleo. Es realmente la
medicina más valiosa que se conoce; pero la mayoría de las personas es reacia a
realizar sacrificios personales para los que sufren, y era evidente que muchos
de los perros más gordos del pueblo tenían prohibido jugar conmigo, hecho que
afligió mi joven sensibilidad y en una ocasión estuvo a punto de hacer de mí un
pirata.
cuento completo en: http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/bierce/aceite_de_perro.htm
imagen: "Perros", dibujos de estudio de Jan Brueghel el Viejo
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