Hacía reír / Nerio Tello

7:36

Hubo un tiempo en que la palabra melancolía cobijaba una curiosa gama de síntomas: amargura, tristeza, depresión, frustración, y desde ya, melancolía. En ese mismo tiempo, hubo un cómico, Piotor, que reunía tras sus dichos a las multitudes deseosas de un desahogo. Sus espectáculos eran festejados por cientos, algunos dicen “miles”, de personas cada día. Hacían cola en su teatro aún en los días de frío y lluvia, y claro, los de sol. Piotor despertaba la risa o a veces simplemente la provocaba. Su nariz inverosímil, sus orejas excesivas y su voz de flautín desafinado hacían reír a la gente que se ríe del prójimo como una singular manera de evitar el llanto propio.

Era una gloria ver la cola de hombres, mujeres y niños, y, desde ya, la de los melancólicos. Todos tras el remedio infalible de la risa, como decía una vieja revista de dudoso origen. Hubo también en ese tiempo, un médico que descubrió el valor curativo de la risa que es como descubrir la importancia del agua para la sed. Y a todos sus pacientes, hipoacúsicos, hepatíticos, tísicos, hemofílicos, y sobre todo, melancólicos, los mandaba con dos pastillas blancas en su bolsillo y la recomendación de ver Piotor, donde éste se encontrara.

Pero un día, siempre hay un día y aquí también, el médico recibió en su sala de médico a un señor muy triste, muy cabizbajo y muy silente. Demasiado. El galeno lo miró, miró su vademécum y sabiamente diagnosticó al punto: melancolía. Y escribió en la receta: “Dos pastillas blancas y una función de Piotor”. El hombre muy triste, muy cabizbajo y muy silente miró la receta con escepticismo. Luego levantó sus ojos que parecían venir de la lluvia, y le dijo, quedamente: “Doctor, yo soy Piotor”. 

Nerio Tello

Imagen: Walter Kuhn. El payaso de la nariz larga 

(Siendo niño escuché una historia parecida. La recuperé de mis olvidos como pude, no sé quien la imaginó. A él se la dedico) 



Además, te puede interesar...

0 comentarios

Cursos destacados