El día que llovió para siempre / Ray Bradbury
7:33
La señorita Hillgood tocó.
Tocó, y no era una música que ellos conociesen, pero una
música que había escuchado mil veces en sus largas vidas, con o sin palabras,
con o sin melodía. La señorita Hillgood tocaba, y cada vez que movía los dedos
la lluvia caía repiqueteando por el hotel oscuro. La lluvia caía fría en las
ventanas abiertas y empapaba los tablones calcinados del piso del porche. La
lluvia caía sobre el tejado, caía en una arena silbante, caía sobre el
automóvil herrumbrado y en el establo vacío y en los cactos muertos del jardín.
Lavaba las ventanas y depositaba el polvo y colmaba los barriles de agua de
lluvia y tapizaba las puertas con hilos de perlas que se abrían y murmuraban.
Pero, y sobre todo, el tacto suave y la frescura cayeron sobre el señor Smith y
el señor Terle. El peso delicado entró en ellos, más y más, y los dos se
sentaron. Sintieron en la cara los pinchazos y las agujas, y cerraron los ojos
y las bocas y alzaron las manos, protegiéndose. Reclinando lentamente las
cabeza, hacia atrás, dejaron que la lluvia cayera donde debía caer.
"El día que llovió para siempre"
(fragmento)Ray Bradbury en Remedio para melancólicos
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