Un hombre sin ayer que se quedó sin mañana... / Nerio Tello

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Antígenes de Alejandría (-235 a C./ -195 a C.) nació en Laertes, en la actual Sicilia, pero no se sabe por qué todos le dicen “de Alejandría”. No hay datos de su infancia lo que es bastante lógico teniendo en cuenta que no se sabe si es de Alejandría, o sea Egipto, o de Laertes; tampoco hay datosde su madurez, a pesar de ser corta (o precisamente por ello). Se sabe sí, que escribió un pequeño opúsculo Vidas y opiniones peregrinas de algunos ilustres filósofos y de otros no tan ilustres, donde se burlaba --al parecer con gran altura--, de los grandes de su tiempo (o sea, el trío Platón, Sócrates y Aristóteles), de otros no tan grandes (dúos y cuartetos) y de los pequeños cuyos nombres es difícil reproducir porque esa obra se perdió. 

Los dos únicos originales conocidos vieron la luz, paradójicamente, recién en el oscurantismo medioeval –introducidos al parecer por algunos filósofos árabes que venía de excursión antes de que la iglesia reglamentara esa sana costumbre llamada Inquisición–. El primero (de los originales, no de los árabes) nunca pudo ser traducido. El otro, contenía, según algunos, recetas de cocina; según otros, fórmulas para preparar pociones venenosas. Al menos esto se sospecha, pues Abdul El Catre, uno de los filósofos de marras –es decir, de los árabes–, tomó esas recetas porque creyó en “algunos” pero terminó siendo que los “otros” tenían la razón: murió luego de experimentar (y probar) las recetas de Antígenes. 

Desgraciadamente, esas recetas se extraviaron en la Biblioteca Vaticana debido a que, durante los años 1344 y 1345, cumplió funciones de bibliotecario un cura ciego atacado de mal de Parkinson, mal que ya acosaba a los hombres, y también a los curas, antes que naciera el propio Parkinson. La breve pero intensa participación del cura parkinsoniano y ciego dejó mucho material traspapelado en virtud de la doble limitación del infortunado bibliotecario. 
Lamentablemente, o por suerte, según se mire, ningún testimonio queda de Antígenes de Alejandría. Persisten dudas sobre su vida y su obra, y aún sobre su muerte. Solo hay dos certezas. La primera es que ya murió. La segunda es que en algún lugar, entre los 11 millones de volúmenes de la Biblioteca Vaticana, a la espera de un traductor inteligente y obsesivo, hay un pequeño original de no más de 10 páginas que Antígenes tituló, al parecer, Contra el anonimato. (De Juegos de un tímido, Nerio Tello)

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