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EL
PERFECTO CUENTISTA
Por Horacio Quiroga
No empieces a escribir
sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las
tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas.
Si quieres expresar
con exactitud esta circunstancia: "Desde el río soplaba el viento
frío", no hay en lengua humana más palabras que las apuntadas para
expresarla. Una vez dueño de tus palabras, no te preocupes de observar si son
entre sí consonantes o asonantes.
No adjetives sin
necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo
débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero
hay que hallarlo.
Toma a tus personajes
de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el
camino que les trazaste.
No te distraigas
viendo tú lo que ellos pueden o no les importa ver. No abuses del lector. Un
cuento es una novela depurada de ripios. Ten esto por una verdad absoluta,
aunque no lo sea.
No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir, y evócala luego. Si eres capaz entonces de
revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mitad del camino.
No pienses en tus amigos al escribir, ni en la impresión que hará tu historia. Cuenta como si
tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus
personajes, de los que pudiste haber sido uno. No de otro modo se obtiene la
vida del cuento.
(Tomado de Decálogo del perfecto cuentista, de Horacio Quiroga)
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