Amor ajeno / Nerio Tello
18:04
Ella lo conoció en Córdoba, en la ciudad.
Después recuerda haberlo reencontrado en Mendoza, en un congreso de algo. Pero
sé, ahora sé, que se amaron hasta el dolor en San José. Tan solos y tan lejos
de la patria de uno. Federico era un personaje en San José, tenía
una librería, la primera, quizás la única: se llamaba Macondo.
En esos años, todavía
muchos preguntaban qué significaba ese nombre. Federico se rascaba su barba
candado, de mechones rojos y entrecanos. Y Ella, me imagino, se derretía ante
esa cínica sonrisa de intelectual trasplantado. Ella debe estar en San José,
aunque Federico ya no esté.
A Federico lo venció el exilio, contaba Ella.
Conservaba cierto humor (Federico), su sutil inteligencia (Federico), su
palabra encendida (Federico). Pero, cuenta Ella, no era feliz. Se le notaba. Se
refugiaba en la lectura; la librería era una sombría excusa para no hablar,
para sentarse, rumiar con su pipa, y meterse en las profundidades de los
recuerdos, que se iban borroneando, que se empañaban como los vidrios de
Macondo cuando llovía mucho.
Escribí tus recuerdos le dije, es como rescatarlo.
Y Ella decía: Si, voy a intentar, pero no intentaba. Quizás por eso comencé a
escribir los suyos. Comencé a apropiarme de un amor ajeno.
Nerio Tello
1 comentarios
Cómo sigue? Lo rescató? Quizás quede a criterio de cada uno, jejejeje...
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